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Ergonomía de un chabón copado

10/28/2017

 
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Copado es un gran asador, compra la carne y el pan, no permite que nadie se acerque a menos de 3 metros de la parrilla, sirve, lava y a los postres agarra la guitarra para entretener a los comensales. Copado tiene un Regatta con cataforesis, le dice “tigre” y no lo cambia por nada del mundo. Copado llega puntual a cualquier lado y le molesta que los otros no hagan lo mismo.

Copado carga con historias que solo cuenta alcohol o embole de por medio. Copado se jacta de tomar mate amargo, café fuerte y vino abundante. Copado tiene dos pibes a quienes quiere con locura y visita una vez por mes. Copado dice que es caballero, pero no machista. Copado te gana a cualquier juego de mesa.

Copado tiene la uña del meñique injustificadamente larga. Copado es un cuatro entusiasta con proyección por el lateral izquierdo. Copado es perrero, cuenta anécdotas del secundario y se ríe con una risotada. Y te abraza. Copado una vez perdió la paciencia y le emboco una piña en la cara a un viejo. Copado lloró a mares la injusta muerte de su mejor amigo.

Copado está en el Veraz pero le chupa un huevo. Copado tiene un médico que ya es la tercera vez que le dice que hay algo raro en sus análisis de sangre. Copado discute fuerte y argumenta flojo. Copado corre. Copado una vez le dio un beso en la boca a otro hombre.

Copado juega al truco y no miente ni pasa señas. A Copado hace 13 años que le faltan dos materias para recibirse de abogado. Copado opina que la palabra “copado” es horrible. Copado tiene miedo de que lo rajen de su laburo. Copado dice “a mi déjame el ministerio de economía por 3 dias y vas a ver como te arreglo todos los quilombos”.

Copado no toma transporte público. Copado leyó a Borges pero no lo entendió. Copado te llama por teléfono seguido y te pregunta cómo andás. Copado tiene una hermana de la que nadie sabe nada. Copado no está en las redes sociales. Copado va a la dermatóloga.

Copado está ocupado. Copado esta capado. Copado está cagado. Copado está pagando. Copado está nadando. 
 

Provoleteando por internet (sobre internet y la educacion)

10/23/2017

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Raymond Chandler decia que “no hay nada más vacio que una piscina vacia”. Y en ese sentido pocas cosas son tan elocuentemente malas como una provoleta mala. Que completamente derretida, que cruda, o que tostada de un lado y “chirle” del otro. 

No es sencillo hacer una provoleta y no es barato andar experimentando, y asi es que cualquier “millenial” u oportunista de turno intentaría poner “cómo hacer una provoleta” en Google, afin a esa leyenda urbana que dice que para todo hay un video de YouTube que lo explica, como muchos comentan haciendose la sorprendidos en un asado. El problema es que no hay un vídeo sino decenas, centenas, tal vez miles de videos que intentan explicarlo. 

Aca los invito a hacer bien el ejercicio de psicología social que yo hice a las apuradas hace poco. Elijan al azar unos 10 videos como los del párrafo anterior, e intenten anotar los “secretos de la provoleta” que cada uno de ellos promete. Animense y sopréndanse. Asi es que mientras que uno dice que el fuego tiene que estar a temperaturas infernales, otro que hay que buscar el lugar mas frio de la parrilla. Otro dice que es tres minutos por lado y otro que 15. Uno que hay que ponerle harina al queso, otro que no, uno que hay que ponerlo en la plancha inmediatamente de sacado del freezer, otro que dejarlo orear durante 24 horas, que hay que usar un recipiente ad hoc, que no, que encima de la parrilla, que hay que ponerle sal al carbón para que opere no se que química/alquimia, que comprar solo cierta marca de queso, que cualquiera. Que ser y que no ser, esa parece ser la cuestión. 

Lamentablemente no hay una relacion obvia entre métodos y resultados, maxime teniendo en cuenta que evaluar una provoleta por YouTube “es como bailar sobre arquitectura”, como dicen que decía Frank Zappa de los escritos musicales. En definitiva, el experimento sugiere que el largo periplo provoletistico por YouTube da una vuelta en circulo, y como la calle Berlin en el barrio de Parque Chas, nos devuelve al mismisimo punto de partida. Y es exactamente lo que siente cualquiera que crea que algo medianamente sofisticado y relevante puede aprenderse gugleando. 

Lo que el sistema educativo provee es una suerte de curadoria en el despiole de la información, una linterna que establece algún principio de autoridad, que distingue entre el asador experimentado (que sabe cómo hacer una provoleta y distinguir una buena de una mala) y el voluntarioso incapaz de discernir entre una bateria y un saxo, si de música se tratase. 
Paradójicamente el problema con internet es que el que busca encuentra. Y el problema es el que sale empoderado de su búsqueda como el que pesco una mojarrita en una pecera y por eso se cree Indiana Jones. 

Pero el que me preocupa es el que a esta altura del discurso muere de la ansiedad por contarme cual es “su” secreto de la provoleta. O por cuestionar qué ando haciendo yo pensando en provoletas a la luz de mi elevado colesterol. El que munido de esa linterna ciega de su autoconfianza se mete en internet buscando cómo cocinar un queso a la parrilla, cómo reparar los frenos de una bicicleta, cómo realizar una operación a corazón abierto, cómo criar a un hijo, a quién votar.

Google complementa y no sustituye. Sin un sistema educativo serio, internet es una lluvia de queso líquido que se nos escurre entre los dientes del tenedor que nos sugirieron usar en uno de los videos de YouTube.
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Tear Down the Wall

10/23/2017

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“Derriben el muro, derriben el muro” era el latiguillo de la película The Wall, esa que despues arremetia con “no necesitamos educación”. Esto viene a cuento de una nota en un diario español que refiere a un profesor/conferencista que se soprende y queja de que los oyentes/alumnos tienden a preferir sentarse en las ultimas filas y no las primeras, atribuyendolo a falta de interés, cuando no desden y falta de aprecio por la labor docente. 

En los casi 30 años  que llevo en la docencia  y mas recientemente  en la práctica de las conferencias, observo que no existe ninguna relacion entre la ubicación de los alumnos y su interés o performance. En lo personal, cuando asisto a una clase o conferencia prefiero sentarme en las ultimas filas. Porque percibo mejor todo el auditorio y, fundamentalmente, porque me interesa mucho ver las reacciones del público y sus comentarios. 

Lo que a este señor le molesta es exactamente lo mismo que le provoca abulia a los alumnos: que el público no vaya a escucharlo a él. El rol del docente como “pizza delivery” de conocimiento no será reemplazado por robots.  No es necesario, ya fue sustituido hace unos cuantos años por YouTube o toda la internet.  

Hace años que no me tienta ir a escuchar a una persona a la que no puedo hacerle preguntas o donde me es imposible interactuar con otros oyentes. Los huecos de las primeras filas de las que se queja este profe son los ladrillos caidos de la pelicula de Pink Floyd, que lentamente dejan ver lo que hay detrás del muro de la docencia mal entendida: un ejercicio banal de poder, un pedestal de hielo que hace parecer alto al petiso, que más que reclamar reconocimiento, parece pedir piedad.  

​Chau.
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