Extracto de Que es (y que no es) la Estadistica
El conductor televisivo Raúl Portal decía que tenía un perro muy obediente (Bobby), al punto tal que le decía “Bobby, ¿venís o no venís?”, tras lo cual Bobby venía o no venía. Este ejemplo, simple como la mayoría de los de este libro, muestra que una forma bastante trivial de acertarle al futuro es ser ampliamente general (el dólar sube, baja o se queda quieto, algún número entre el cero o el 36 sale en la ruleta, etc., etc.). Naturalmente, cualquier predicción relevante hace referencia a un evento mucho más específico, de compleja deducción en base al conocimiento disponible en el presente. Desde un punto de vista lógico, predecir no es un ejercicio muy diferente a estimar, y consecuentemente, en varias ocasiones amerita un análisis similar.
A fines de desentrañar esta cuestión de qué es una buena predicción y de quién es un buen predictor, comencemos con un ejemplo. Supongamos que una persona está interesada en jugar una sola ficha a un solo número en una ruleta estándar (la que tiene números de 0 a 36, no esas raras con doble cero como en Las Vegas). A tal efecto, consulta a dos analistas/predictores. El primero, de sólida formación matemática e ingenieril, luego de observar con detalle el funcionamiento de la ruleta dice:
- Jugále a cualquier número, no veo ninguna razón por la que favorecer a un número por sobre otro. La suerte es loca.
Tras lo cual proporciona una larga descripción del movimiento de la ruleta, de la forma en la que el croupier lanza la bolita y sobre la imposibilidad de predecir el número que va a salir.
El segundo predictor, sin decir agua va, suelta:
- Colorado el 32.
Lo interesante del evento predictivo es que la evaluación de “quién es el mejor predictor” hay que hacerla ahora, antes de poner la ficha. Luego de que cantaron el número, ya es pescado viejo, no sirve. ¿Y entonces? ¿Qué hacemos?
Podríamos buscar el currículum de ambos. El primero podría ser un experimentado ingeniero, con amplios conocimientos de mecánica, una persona honesta y honrada, de dilatada trayectoria. También podría ser un embustero, amigo de los tecnicismos y las palabras ampulosas. El segundo podría ser un viejo tahúr, de años de paño y whisky, el mago que no revela los trucos. También podría ser un fullero, que disfraza su viveza de mística y solo está detrás de la presa fácil. Podríamos consultar a amigos que hayan usado el servicio de estos analistas. Podríamos consultar sus historias predictivas, y ver cuánto erraron y acertaron en el pasado. Podríamos pedirles a estos predictores que nos aclaren de dónde sale la predicción, y el ingeniero podría explayarse sobre mecánica clásica y sobre la fisiología de los dedos y la estructura de las bolitas. Lo hará en forma clara, y tendremos que confiar en su habilidad explicativa, o quizás seamos víctimas de su facilidad de palabra. Quizás entendamos una parte de su explicación. El segundo predictor posiblemente juegue la carta de la oscuridad, y ponga cara de “si yo digo carnaval, vos ponete la careta y apretá el pomo”.
Entre medio de tanto dilema, el croupier, ajeno a estas disquisiciones, ya dijo “no va másssss” y luego grita “¡Colorado el 32!”.
¿Quién es el mejor predictor?
El grueso de mis alumnos pisa el palito y dice “el segundo, el que le pegó”. Y he aquí la trampa. No lo sabíamos antes de que salga el número, y tampoco lo sabemos ahora. Más que nada porque ninguno se ha equivocado.
¿Cómo? Aun cuando no se note, el ingeniero fue bastante más allá de la predicción del perro Bobby de Raúl Portal. No dijo “sale cualquier número” sino “cualquier número sale con la misma chance”, es decir, agregó muchísima más información que una mera descripción de los resultados posibles. En base a su conocimiento de cómo funcionan las ruletas, las bolitas y los dedos, dice, en forma honesta, que no tiene más chance de salir un número que otro. Que haya salido el 32 de ninguna manera refuta su predicción. Es más si lo patoteásemos diciéndole:
- Oiga, ¿cómo era esto de que no era más factible que salga ningún número que otro? Entonces, ¿por qué aparece el 32?
Diría:
- Quedáte cerca de la ruleta, registra mentalmente todos los números que salen (y hacélo hoy, mañana y cuando quieras, pero no saques un papel que vas preso porque está prohibido) y vas a ver que tengo razón.
Lo que el ingeniero dice es que si viésemos las historias de números que salen en la ruleta, efectivamente, la proporción de veces que sale cada uno de los números, del 0 al 36, es más o menos la misma para todos. El lector incrédulo debería realizar el experimento por sí mismo. He aquí este libro proporcionando una excusa científica para que a uno lo dejen ir al casino sin culpa.
Estudiemos ahora al segundo predictor. Pueden haber pasado varias cosas. La primera es que este tipo tuvo muchísima suerte. Soltó un número y de chiripa salió. ¿Por qué soltó el 32? ¡Vaya uno a saber! Eligió un número cualquiera y lo dijo. Pruebe uno soltar números al voleo, del 1 al 6, y luego tirar un dado, y verá que cada tanto le pega Es más, quizás ese sea su truco: el tipo se para al lado de un desprevenido, dice un número cualquiera, y de tanto hacerlo alguna vez le va a pegar, y a algún otario le hará creer que es un adivino. Más adelante contaremos una estrategia engañosa en las finanzas, aparentemente más elegante, pero igual de fraudulenta.
También hay otra historia posible. Nuestro oscuro personaje quizás sea un experto jugador, conocedor de los detalles del paño, de los mínimos movimientos del croupier. Si este extraño personaje no suelta información antes de que salga el número, es imposible discernir si se trata de chapucero o de un experto. El farsante se revela si en sucesivos tiros sale cualquier cosa, sin relación a lo que predice. Y el experto emerge si, por el contrario, sus predicciones tienden a coincidir con los resultados.
En síntesis, los eventos dignos de ser predichos son los eventos complejos, que admiten varios resultados. La disquisición anterior sugiere que es crucial distinguir entre predictores y predicciones, y que hay dos caminos para chequear la confiabilidad de un predictor y, consecuentemente, de sus predicciones. Una consiste en revisar su historia predictiva, su historial de éxitos y fracasos. La otra consiste en explorar su autoridad predictiva, es decir, su capacidad para dar sustento a sus predicciones o cualquier tipo de información que nos permita confiar en él o ella.